Hepatitis, sus síntomas y cual es la mas leve y la mas peligrosa

La Hepatitis es una de las enfermedades más comunes y fácilmente transmisible cuando se trata de una hepatitis viral, la misma puede ser aguda o crónica. Aunque es una enfermedad que puede conllevar a la muerte, también es una enfermedad que se puede prevenir. Le invitamos a conocer todo sobre la hepatitis. Recuerde No Automedicarse, este artículo es solo una guía informativa de la enfermedad, si reconoce en usted los síntomas, por favor, no olvide consultar a su médico.

HEPATITIS

Qué es la hepatitis?

Comenzaremos informando sobre el órgano que es afectado por esta enfermedad, para luego adentrarnos específicamente en el tema que nos interesa. Se trata del hígado, uno de los órganos blandos del organismo más importante.

El hígado es uno de los órganos vitales, se encuentra ubicado bajo el diafragma y atraviesa la cavidad abdominal de manera longitudinal. El hígado recibe sangre por la arteria hepática, que es la sangre que llega del corazón, y la vena porta, que transporta la sangre enviada desde el intestino. La importancia del Hígado, se fundamenta en sus  funciones de desintoxicación, síntesis y almacenamiento.

El Hígado actúa como filtro, ya que recoge y elimina numerosas toxinas. Se encarga del metabolismo de los carbohidratos, lípidos y proteínas, secreta la bilis, elemento esencial para nuestra digestión. También evita hemorragias a través de un proceso de coagulación. Es contenedor de vitaminas A, D, E, K y de los hidratos de carbono, por lo que almacena energía en forma de azúcar, por todo ello es importante tener un hígado sano.

Aunque se habla de la Hepatitis, en realidad existen varios tipos de hepatitis, por lo que podemos hablar que son un grupo de enfermedades que se caracterizan por producir la inflamación del hígado. Cuando se diagnóstica la inflamación del Hígado de manera temprana, se habla de una hepatitis aguda, mientras que si el padecimiento de esta inflamación se prolonga y dura más de seis meses, entonces se habla de hepatitis crónica.

Como mencionamos anteriormente existen varios tipos de hepatitis y hablaremos de cada una de ellas con detenimiento, para que puedan identificarlas y prevenirlas.  Los tipos de hepatitis conocidas como A y E se producen por la presencia de un virus y se trasmiten a través del agua y de los alimentos contaminados, por lo que mantener una buena higiene en la alimentación y un tratamiento adecuado del agua que consumimos, así como de los alimentos, disminuye mucho el riesgo de contagio.

HEPATITIS

También para el virus de la hepatitis tipo A existe una vacuna, de la cual está comprobada su eficacia. Existen incluso políticas de salud preventiva. Por su parte, las hepatitis del tipo B y C se transmiten por la sangre, son también de trasmisión sexual, siendo entre ambos tipos de hepatitis el más eficiente por trasmisión sexual la hepatitis tipo B.

Una de las estrategias preventivas para evitar el contagio y la trasmisión de estos tipos de hepatitis es el análisis de los bancos de sangre, con la finalidad de identificar las muestras para descartar la infección por estos virus, resultando ser una estrategia que ha permitido reducir de manera importante el contagio. También existe una inyección muy eficaz para prevenir la infección por hepatitis B, sin embargo, aún no hay vacuna para prevenir la hepatitis C.

Debemos también resaltar el hecho que estamos hablando de virus, como hemos podido aprender  en este año con la pandemia del COVID-19, ya sabemos la capacidad que tienen los virus para escapar de nuestro sistema inmune, hay hepatitis autoinmunes, de causa desconocida que no pueden prevenirse.

Pero no son solo los virus son los causantes de la inflamación del hígado, los malos hábitos como son el consumo de drogas o de alcohol también puede provocar una hepatitis. Existen personas, que son asintomáticas, sin embargo, muchas otras presentan síntomas que deben ser reconocidos y atendidos de manera inmediata, de ellos hablaremos en detalle más adelante.

HEPATITIS

La hepatitis puede ser causada por la presencia de células inmunitarias que se encuentran presentes en el organismo y atacan el hígado. También como ya hemos mencionado se trasmite por contagio por virus, hábitos inadecuados como droga, alcohol y mala alimentación. A continuación comentaremos de manera detallada cada uno de los tipos de Hepatitis, que se conocen.

Hepatitis A

El virus de la hepatitis A también conocido por sus siglas en ingles VHA, generalmente se transmite por el consumo de agua contaminada. Este virus se puede encontrar  presente en las heces de las personas infectadas y si las aguas servidas no son tratadas, llegan a cuerpos de agua que surten zonas urbanas y esta agua no es previamente tratada, es muy posible que las personas se contagien de hepatitis tipo A.

En la mayoría de los casos la infección es leve y con un tratamiento adecuado la mayoría de las personas se recuperan por completo y el organismo se hace inmune contra posibles infecciones futuras por este mismo virus. Sin embargo, no debemos confiarnos de la “supuesta” debilidad del virus y su fácil tratamiento y recuperación, las infecciones con hepatitis A pueden llegar a ser graves y potencialmente mortales.

Como hemos indicado con anterioridad existe una vacuna preventiva que nos protege de este virus, sin embargo, como se trasmite con facilidad a través de un vehículo de alta necesidad como lo es el agua, las zonas urbanizadas que presentan deficiencia en el saneamiento, suelen ser lugares en donde surjan numerosos casos.

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La hepatitis A puede provocar debilidad e insuficiencia hepática aguda, que sí está asociada a un alto riesgo de mortalidad. Las principales causas de contagio suelen ser comer alimentos o beber líquidos que se encuentren contaminados con el virus, es por ello, que se debe mantener un aseo permanente con las frutas, verduras, el agua, que son las fuentes más comunes de trasmisión y contagio.

También puede haber contagio por el contacto con las heces de personas que tienen el virus, por lo que si somos personas que asistimos a pacientes o familiares incapacitados, debemos tomar las medidas de prevención, como la utilización de guantes desechables, al momento de realizar el aseo de estas personas.

El no mantener hábitos de higiene como lavar las manos luego de haber ido al baño, puede convertirnos en un portador del virus de hepatitis A. También ciertas prácticas sexuales pueden ser una fuente de contagio.

Si estamos consciente, que de alguna manera hemos descuidado las acciones preventivas, para evitar la posibilidad de contagio de hepatitis A, es importante saber que el virus tiene un periodo de incubación que dura entre 14 y 28 días, por lo que los síntomas no se harán presentes antes de este periodo.

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Luego de haberse contagiado y pasar el periodo de incubación, puede comenzar a sentir síntomas gripales, es decir, malestar corporal, fiebre, pérdida de apetito. También puede haber dolor de estómago, diarrea y cansancio.

Es importante señalar que la persona que se encuentra contagiada del virus de hepatitis A, no necesariamente presenta todos los síntomas, incluso puede ser una persona asintomática.   De cualquier manera, si aparecen algunos de los síntomas que señalamos anteriormente, le aconsejamos acudir a su médico.

Generalmente  los adultos son los que sufren los síntomas con mayor frecuencia y los niños por su parte tienden a ser más asintomáticos. Si sospecha haciendo un análisis de sus hábitos de higiene o la posibilidad de haber ingerido agua o alimentos de dudosa calidad en cuanto a la salubridad y presenta los sintomas señalados, puede tratarse de una hepatitis.

Solo algunas personas muestran síntomas adicionales a los anteriormente indicados, cuando se han contagiado de hepatitis A, entre los que se encuentra la modificación del color de las heces, las cuales se hacen más claras, el color de la orina cambia a un color más oscuro de lo usual y pueden llegar a mostrar ictericia, que es mostrar el color amarillento en los ojos y la piel.

Este tipo de enfermedad se ha estudiado muy bien y las investigaciones señalan que existen tres acciones preventivas que son claves para evitar el contagio con el virus de la hepatitis A, el primero es aumentar la calidad de la higiene personal, asegurar la inocuidad de los alimentos y del agua que consumimos y por supuesto, vacunarnos.

Estamos viviendo en un mundo en el que se incrementan los problemas de accesibilidad de agua, lo que juega en contra de la salud, no obstante, debemos hervir el agua que consumimos y con la que elaboramos nuestros alimentos, si no estamos confiados del origen y salubridad de la misma.

Si son padres, debemos ser preventivos y proteger a los más pequeños, informarnos sobre los planes de vacunación y asistir con nuestros hijos de manera responsable a las jornadas planificadas. Generalmente la primera inyección es colocada en los bebés entre la 4ª y 8ª semana de vida, pero si la madre es portadora se administra a las 12 horas del nacimiento; la segunda, entre los 30 días y a los dos meses de edad, todo dependiendo de cuándo se haya administrado la primera dosis.

Es importante indicar que si no ha podido administrar la vacunación preventiva a sus bebés y usted tampoco la tiene colocada, no es una limitante la edad, también pueden vacunarse los niños y los adultos que no lo hayan hecho antes.

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Es tan importante esta medida preventiva, que incluso en un mundo globalizado como en el que vivimos, se ha tomado como medida preventiva, la vacunación contra la hepatitis para poder viajar, sobre todos si venimos o vamos hacia zonas endémicas como por ejemplo África, América del Sur, entre otros.

Según el tipo de contagio se habla de hepatitis epidémica o de inoculación. Es un contagio del tipo epidémico si se contrajo por ingesta directa de un alimento o agua contaminada con el virus. Mientras que por inoculación, se indica a las personas que han sido contagiadas durante un acto terapéutico, como por ejemplo una transfusión con sangre contaminada, la utilización de material contaminado, como agujas o jeringas. Las personas que se hacen tatuajes o se colocan piercing, están sujetas a ser contaminadas por inoculación.

La hepatitis A muchas veces es clínicamente indistinguible de otros tipos de hepatitis, por lo que se realiza un examen de sangre de anticuerpos IgM e IgG específicamente contra el virus de hepatitis A. También se utiliza una prueba de laboratorio llamada PCR, la cual identifica el ARN del virus de hepatitis A.

No hay un tratamiento específico para los pacientes que se contagian de hepatitis A, en la mayoría de los casos los pacientes superan el virus, en varias semanas, no obstante, se recomienda en caso de ser diagnosticado, guardar reposo, mantener una dieta alta en proteínas y muy baja en grasa.

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Consumir gran cantidad de líquidos, por supuesto no ingerir bebidas alcohólicas. En la mayoría de los casos el tratamiento que se emite es para mejorar los síntomas y hacer sentir mejor al paciente, como la ingesta de analgésicos y antipiréticos.

Hepatitis B

Con respecto al virus de la hepatitis B, conocido por sus siglas en inglés como VHB, se transmite por la exposición a sangre, semen y otros líquidos corporales de personas que se encuentren infectados por este virus.

Este tipo de hepatitis puede también ser trasmitida por vía perinatal, es decir, de la madre infectada a la criatura en el momento del parto o de un miembro de la familia infectado a un bebé. También es posible contagiarse a través de transfusiones de sangre y productos sanguíneos contaminados.

Las personas con hábitos de droga se encuentran en mayor riesgo porque pueden utilizar inyectadoras  contaminadas. El personal que trabaja en el área de salud, también está sometido a un alto riesgo de contaminación del virus de hepatitis. La hepatitis B, en la mayoría de los casos no presenta ningún tipo de sintomatología, por lo que es posible, que haya personas que se encuentran infectados con el virus de la hepatitis B y no lo sepan.

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En las personas que muestran síntomas, estos son casi los mismos que los que muestran las personas contagiadas con hepatitis A, es decir, en principio muestran síntomas de congestión gripal, cansancio, pérdida del apetito.

También hay personas que presentan dolor en las articulaciones, vómitos, diarrea y urticaria. Los síntomas comienzan a parecer después de 6 semanas y 6 meses del contagio con el virus. Los síntomas pueden permanecer durante algunas semanas en los pacientes que se recuperan con mayor rapidez, en otros pueden durar meses.

Uno de los mayores inconvenientes con la hepatitis B es que puede volverse una enfermedad crónica. Como es un virus que puede transmitirse por vía sexual, es importante que si ha tenido relaciones sin protección y presenta los síntomas antes señalados, debe asistir a su médico.

Si sospechamos que podemos habernos contagiado de hepatitis B, es necesario ser lo más sincero con nuestro médico e informar la posible forma de contagio. Realizar una prueba para enfermedades de transmisión sexual, con una muestra de sangre, puede agilizar el diagnóstico.

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La mejor manera de afrontar esta enfermedad es prevenir el contagio, ya que la hepatitis B no tiene cura. Sin embargo, hay paciente que superan la enfermedad y la misma desaparece de manera espontánea, en cuatro a ocho semanas.

A pesar de que esta enfermedad tiene una alta tasa de recuperación,  algunos de los pacientes presentan hepatitis B crónica, convirtiéndose en portadores, que pueden contagiar la infección por el resto de su vida. Este tipo de pacientes en los que la hepatitis B se hace crónica, el hígado puede sufrir graves daños, llegando a desarrollar una cirrosis hepática o cáncer.

En el caso de los adultos, la hepatitis B suele desaparecer por sí misma y en la mayoría de los pacientes no es necesario recibir tratamiento, el virus se mantiene en la persona pero no afecta al hígado. Se debe tener reposo absoluto, una buena alimentación baja en grasa, tomar abundante líquido y mantenerse muy bien hidratado. Los medicamentos que son recetados son para aliviar los síntomas.

En caso de padecer hepatitis B crónica, necesita recibir un cuidado médico adecuado para mantenerse saludable. Lo más recomendable es vacunarse de manera preventiva, si no está vacunado contra la hepatitis B, debe practicar el sexo seguro utilizar protección, ya que el virus de la hepatitis B se transmite a través del semen, de la sangre, de la orina y de las secreciones vaginales.  Tampoco deben compartir rasuradoras o cepillos de dientes, ya que pueden portar hepatitis B si tienen sangre infectada.

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Si es un portador de hepatitis B, debe informarlo a su pareja, para acordar las maneras de cómo reducir el riesgo de contagio. La mejor manera de evitar contagiar a su pareja es que ella se coloque la vacuna contra la hepatitis B.

Cuando de manera controlada nos inyectan a través de la vacuna el virus de la hepatitis B, nuestro cuerpo de forma natural activa el sistema inmunitario generando anticuerpos. La vacuna se divide en tres dosis, lo que se conoce como “esquema de  vacunación contra la hepatitis B”.

Se coloca la primera dosis, un mes después la segunda dosis y seis meses después de la primera dosis, la tercera.  La vacuna contra la hepatitis es muy eficaz, y es la opción más efectiva porque el virus de la hepatitis B es muy contagioso.

Es de suma importancia señalar, que no hay posibilidad de contagio al aplicarse la vacuna de la hepatitis B. Es posible tener algunos efectos secundarios leves luego de su aplicación como molestias, enrojecimiento, picazón en la zona donde se colocó la vacuna. Debemos recordar que la vacuna no cura la hepatitis B, solo nos protege del contagio.

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Hepatitis C

El virus de la hepatitis C, nombrado por sus siglas en ingles VHC, es una enfermedad del hígado que puede ser aguda o crónica. El contagio de este virus es a través del contacto con sangre contaminada que contenga el virus de la hepatitis C.

Este contagio puede ocurrir mediante transfusiones de sangre y derivados contaminados, colocarse inyecciones en condiciones no seguras con instrumentos contaminados durante intervenciones médicas. Hábitos  como el consumo de drogas inyectables. El contagio también puede suceder a través de transmisión sexual, sin embargo, en mucho menos probable, que el del virus de la hepatitis B.

La mayoría de los casos que se contagian del virus de la hepatitis C son asintomáticas. En los casos que la hepatitis C es aguda, los pacientes que guardan reposo y llevan una dieta saludable, son capaces de combatir el virus, sin embargo, el porcentaje de pacientes que logran curarse de hepatitis C, es mucho menor que los pacientes que llegan a desarrollar una infección crónica.

Lamentablemente hasta la fecha, no existe una vacuna preventiva contra la hepatitis C, por lo que el virus se encuentra esparcido en todo el mundo. Así que podemos hablar de un problema de salud pública. Por supuesto que existe una población de mayor riesgo, como son los consumidores de drogas inyectables y la población médica que está expuesta de manera permanente a personas que pueden portar el virus.

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Como dijimos anteriormente el virus de la hepatitis C se trasmite por la sangre, por lo que si en la relación sexual estamos en contacto con sangre de una persona portadora del virus, nos podemos contagiar si no estamos protegidos.

Pero debemos hacer énfasis que no es por los fluidos a menos que haya sangre. La hepatitis C no se transmite a través de la leche materna, de los alimentos o el agua, ni por contacto ocasional, es decir abrazos o besos o por compartir comidas o bebidas con una persona infectada.

El virus de la hepatitis C tiene un periodo de incubación de 2 semanas a 6 meses. Los síntomas que son señalados por los pacientes contagiados con hepatitis C son: fiebre, cansancio, falta de apetito, dolor abdominal, vómitos y diarrea. También hay pacientes que presentan oscurecimiento de la orina, heces de color claro e ictericia, o que da color amarillento a la piel y los ojos.

El diagnóstico de la hepatitis C es complicado, porque la mayoría de los pacientes son asintomáticos y cuando se encuentra en la fase aguda, muchas veces se desconoce de la presencia de la enfermedad. Para el diagnóstico se realizan pruebas serológicas en las que se detectan los anticuerpos del virus en sangre. Cuando son detectados casos crónicos, es necesario evaluar el daño hepático.

Lo mejor que podemos hacer es cuidarnos, protegernos en las relaciones sexuales, si desconocemos la condición de salud en referencia de esta enfermedad, de la persona con la que vamos a tener intimidad. No tener hábitos de drogas y en caso de tenerlos, buscar ayuda, permitir la intervención y aceptar que estamos enfermos.

En caso de ser diagnosticado con hepatitis C, lo mejor es que sea en la fase aguda, para incrementar la posibilidad de curarnos. Cuando la enfermedad es diagnosticada en fase crónica, es necesario un tratamiento, en la actualidad el más recomendado es con antivíricos de acción directa pangenotípicos, que es curativo en la mayoría de los casos de infección por el virus de la hepatitis C.

El tratamiento tiene una duración de 12 a 24 semanas, dependiendo de la presencia o ausencia de cirrosis. El problema con este tratamiento son los costos, lo que lo hace limitado. La recomendación es evitar el contagio con el virus de la hepatitis C, ya que no hay ninguna vacuna preventiva, por lo que debemos reducir el riesgo, sobre todo en las poblaciones identificadas como de alto riesgo.

Las poblaciones de alto riesgo son: consumidores de drogas inyectables, hombres con relaciones homosexuales sin protección, personal médico, entre otros. El uso adecuado y seguro de las inyecciones en el ambiente de salud, es muy importante, manipulación segura de equipos cortantes y punzo penetrantes. Relaciones seguras, prevenir el contacto con sangre en las relaciones, entre otras.

Hepatitis D

Este tipo de hepatitis tiene una condición para poder ser contagiado y es que las infecciones por el virus de la hepatitis D, conocido también por sus siglas en inglés como VHD, solo se produce si las personas se encuentran previamente infectadas con el virus de la hepatitis B.

La infección simultánea por ambos virus puede traer consecuencias graves y tener un desenlace poco deseado. Para comprender el contagio con hepatitis D, requiere de la presencia del virus de la hepatitis B, radica en el que el virus D es un ARN y para replicarse necesita de la presencia el virus B. Las formas de contagio más común en el contacto del bebé con una madre portadora al momento del parto.

La coinfección con el virus de la hepatitis B y el virus de la hepatitis D, es considerada una de las formas más grave de hepatitis vírica crónica, debido a que deriva en poco tiempo hacia un carcinoma hepatocelular y la muerte por causas hepáticas.

Debemos tener presente que el contagio con el virus de la hepatitis D, no es posible en ausencia del virus de la hepatitis B, por lo que el estar vacunados contra la hepatitis B, nos protege de contagiarnos del virus de la hepatitis D.  Las vías de transmisión del virus de la hepatitis D, son los mismos que los del virus de la hepatitis B.

El contagio simultáneo con estos dos virus puede derivar en una hepatitis leve o grave, lo cual ocurre en un 70% de los casos.  Por su puesto que la población que se encuentra en riesgo de contagiarse del virus de la hepatitis D, son los portadores crónicos del virus de la hepatitis B.

Las personas inmunes a la hepatitis B, están fuera de peligro de contagiarse de hepatitis D. La infección por hepatitis D, se diagnostica cuando se obtienen resultados elevados de inmunoglobulinas G y M anti-VHD, y se confirma por la detección de RNA del virus en el suero.

El tratamiento más recomendado en estos casos es la utilización del tratamiento con interferón alfa pegilado durante por un tiempo mínimo de 48 semanas, independientemente de la respuesta observada durante el tratamiento.

Los resultados no son los más alentadores, pero si se ralentiza la enfermedad. En los casos de hepatitis fulminante y hepatopatía terminal se hace necesario proponer un trasplante de hígado. La única recomendación preventiva para evitar el contagio de hepatitis D, es vacunarse contra la hepatitis B.

Hepatitis E

El virus de la hepatitis E, conocido por sus siglas en ingles VHE, al igual que el virus de la hepatitis A, se transmite por el consumo de agua o alimentos contaminados. En la mayoría de los casos el virus de hepatitis E es una causa común de brotes epidémicos de hepatitis en las zonas en desarrollo, sin embargo, cada día son más los casos identificados en los países desarrollados, por lo que con propiedad podemos afirmar que se trata de una enfermedad con una distribución amplia, que se convierte en un problema de salud pública a nivel mundial.

El virus se transmite al igual que el virus de la hepatitis A, por la ruta fecal-oral, principalmente a través de agua contaminada. El dato curioso y que marca la diferencia con el virus de la hepatitis A, es que  el virus de la hepatitis E muestra al menos cuatro genotipos diferentes.

Los genotipos 1 y 2 solo se han encontrado en el ser humano. Por su parte, los genotipos 3 y 4 se han encontrado en varios animales entre los que se encuentran los cerdos, los jabalíes y los venados o ciervos, estos animales son asintomáticos y el virus no genera la enfermedad en ellos, no obstante, han infectado ocasionalmente a los humanos, por ingesta de carne cruda.

El virus es liberado en las heces de las personas infectadas y entra en el organismo humano por el intestino. El medio de contagio es principalmente a través del consumo de agua contaminada con el virus de la hepatitis E.

La infección con este virus puede ser superada en 2 a 6 semanas, sin embargo, en oportunidades se producen hepatitis fulminantes que puede llegar hacer mortales. El comportamiento de la epidemiología de este virus varía, dependiendo de las regiones y características de los países y regiones en donde se hace presente, sin embargo, el factor común a los brotes está asociado a problemas de saneamiento. Los brotes suelen producirse tras periodos de contaminación fecal del suministro de agua.

En muchos casos los brotes se han registrado en zonas de conflictos, guerras, emergencias humanitarias, campos de refugiados o desplazados internos, entre otros. La mayoría de los casos registrados en este tipo de lugares se ha identificado la presencia del genotipo del virus tipo 1, en menor frecuencia el del genotipo 2.

Cuando las condiciones de salubridad mejoran y el virus aparece en zonas con mejor suministro de agua y saneamiento, los casos son esporádicos y en la mayoría de los casos el genotipo identificado es del tipo 3, el de origen animal. Por lo general, la vía de infección es el consumo de carne poco cocinada de animales que tienen el virus.

Adicionales a las vías de contagio previamente indicadas también se han observado otras vías de transmisión, como son las asociadas a accidentes clínicos, como es las transfusiones con hemoderivados infectados, así como la transmisión maternofetal.

El periodo de incubación del virus es entre 2 a 10 semanas. Las personas que tienen el virus comienzan a ser contagiosos vía excretas entre las 3 y 4 semanas del inicio de la enfermedad. Los síntomas generalmente reflejados en adultos tienen una fase inicial en la que pueden presentar fiebre, dolor abdominal, vómitos, diarrea, dolor en las articulaciones.

Es posible que se produzca un aumento del tamaño del hígado que sea doloroso al momento de realizar palpación. Estos síntomas pueden estar presentes en los pacientes por espacio de 1 a 6 semanas. No se descartan los síntomas de orina de color oscuro, heces de color claro e ictericia, es decir, tonalidad de color amarillos en ojos y piel.

En los casos de mujeres embarazadas que se hayan contagiado de hepatitis E, entran en un periodo de mucho riesgo a partir del segundo trimestre de embarazo, en los que pueden presentar insuficiencia hepática, que puede tener un desenlace fatal.

¿Cómo podemos diagnosticar la hepatitis E?, en realidad no se puede distinguir clínicamente de otros tipos de hepatitis víricas agudas. Sin embargo, se pueden clínicamente sospechar cuando se identifican las condiciones epidemiológicas propicias, como residencia del paciente en zonas endémicas, salubridad inadecuada del servicio de agua, descarte por historia clínica de las hepatitis A y B.

Sin embargo, el diagnóstico definitivo se fundamenta en la prueba de sangre de anticuerpos IgM específicos contra este virus. También las pruebas de RT-PCR para detectar el ARN del virus de hepatitis E.

Con respecto al tratamiento, al igual que con los otros tipos de hepatitis, no existe ningún tratamiento específico que altere la evolución de la hepatitis E aguda. En la mayoría de los casos los pacientes superan la enfermedad de manera espontánea.

El tratamiento estará fundamentado en la condición clínica de cada paciente. Se presentan casos que ameritan la hospitalización, uso de antíviricos, ribavirina en pacientes trasplantados de hígado o inmunodeprimidos, con un cuadro de hepatitis crónica. Las medidas preventivas más eficaces es la potabilidad del agua. Se trabaja en la búsqueda de una vacuna específica para este virus, sin embargo, aún se encuentra en pruebas.

Síntomas

Los síntomas de la hepatitis no difieren entre los diferentes tipos de hepatitis, como hemos podido observar en la lectura de las características destacas de cada uno de los tipos de hepatitis, sin embargo, difiere entre pacientes, desde la aparición de algunos de los síntomas, pasando por una gama de combinaciones entre los síntomas señalados, hasta pacientes asintomáticos.

Es muy importante reconocer los síntomas asociados a este tipo de enfermedad, porque es realmente determinante entre la pronta mejoría, es decir, una hepatitis aguda y una hepatitis crónica. De ser un paciente con condiciones que pueden conllevar a un daño hepático grave, es aún más relevante.

Existen varios factores que deciden la gravedad de la afección por el virus de la hepatitis, saber que podemos tener condiciones clínicas que puedan potenciar el daño hepático, es relevante porque entonces debemos extremar las medidas preventivas.

Recordemos que los síntomas comunes asociados a la hepatitis son: Dolor o distensión abdominal, Cansancio, Fiebre, Urticaria, Falta de Apetito, Cambio en el color de la orina haciéndose más oscura y turbia, náuseas, vómitos e ictericia.

Reconocer y conocer los factores de riesgo particulares es importante, por lo que se recomienda realizar exámenes preventivos en caso de sospechar haber estado en contacto con ingesta de agua insalubre y/o alimentos posiblemente contaminados, relaciones sexuales sin protección, si pertenecemos a poblaciones de alto riesgo como por ejemplo: problemas de drogas, promiscuidad, homosexualidad, trabajadores de la salud, entre otros.

Recuerde es posible que usted no presente síntomas cuando resulte infectado con hepatitis B o C por primera vez, pero puede llegar a presentar insuficiencia hepática posteriormente, es por ello, la importancia de reconocer la posibilidad de habernos contaminado, si reconocemos condiciones que pueden haber incrementando el riesgo.

La hepatitis es una inflamación del hígado y la afección puede sanarse espontáneamente o evolucionar hacia una fibrosis, una cirrosis o un cáncer de hígado. La hepatitis puede ser causada por el contagio de algunos de los virus que trasmiten la enfermedad, pero también el hígado se puede inflamarse por otras causas diferentes, como por ejemplo el consumo de alcohol, drogas  o enfermedades autoinmunitarias.

¿Cómo se transmite?

Existen diversos factores que pueden servir en la trasmisión de los virus que generan la hepatitis, la cual se puede presentar como única manifestación o formar parte de un conjunto de afecciones que comprometan  a otros órganos y sistemas.

Con base en los anteriormente señalado se puede dividir las diferentes formas de contagio de la hepatitis en tres grandes grupos: agentes vivos, fármacos o tóxicos y un último grupo en donde se desconoce la causa que genera la enfermedad, el cual no es nada despreciable, existen un número importante de personas que se han enfermado de hepatitis en el que no se ha podido identificar una causa.

En el primer grupo de agentes vivos por supuesto se encuentran los virus de las hepatitis, que son la causa más frecuente de hepatitis a nivel mundial. A pesar de haber señalado los diferentes tipos A, B, C, D y E en los últimos años, los virus más comunes son los A y E, las cuales se trasmiten por el agua contaminada o alimentos contaminados.

Por su parte los virus B, C y D causantes tanto de hepatitis agudas como crónicas se transmiten generalmente por vía parenteral, es decir, a través de transfusiones con sangre contaminada, agujas contaminadas o relaciones sexuales.

El segundo grupo de causa de trasmisión que es a través de fármacos y tóxicos, está liderado por el consumo de alcohol, si bien no es causado por un virus, el hígado se ve afectado y su inflamación es una hepatitis.

La ingesta de bebidas alcohólicas constituye una de las principales causas de hepatitis en el mundo occidental.  Por último, el capítulo de enfermedades de causa no conocida, en el que se incluyen la hepatitis autoinmune, en la que el propio sistema inmune del enfermo daña su hígado, y la hepatitis criptogenética, que son las que no tienen causa conocida.

Podemos entonces resumir que la hepatitis A y la E se trasmiten generalmente por la ingesta de agua o alimentos contaminados. Las hepatitis B, C y D se trasmiten por el contacto fluidos corporales infectados. Estas últimas son comúnmente trasmitidas en  transfusiones de sangre o productos sanguíneos contaminados, en procedimientos médicos invasivos en los que los equipos no han sido descontaminados de manera adecuada.

En el caso especifico de la hepatitis B, la transmisión desde la madre al bebé. Recordemos que también se trasmite por contacto sexual. Cuando los médicos no pueden encontrar la causa de la hepatitis, pueden llamarla hepatitis no A-E o hepatitis X. La razón se puede encontrar en el hecho de no conocer todos los tipos de virus que pueden derivar en una hepatitis.

Diagnóstico y tratamiento

La Hepatitis es una enfermedad que debe ser diagnosticada a tiempo, sin embargo, como hemos señalado muchas de las personas que se contagian con este virus, son asintomáticas, por lo que es muy difícil conocer de manera temprana, que tienen un problema con su hígado y los mismos son detectados, cuando comienza afectarse la función de otros órganos.

En estos casos la forma más efectiva de realizar una detección a tiempo, antes de que se convierta en una hepatitis crónica, es que las personas identifiquen la posibilidad de haber estado en una situación de riesgo, en la que posiblemente pudieran haberse contaminado con algunos de los tipos virales de hepatitis y realizarse un examen preventivo.

En este caso, se realizan análisis de sangre para detectar la presencia de signos del virus de la hepatitis en el cuerpo. Para ello se debe extraer una muestra de sangre y enviarla al laboratorio para analizarla. Su médico tratante en función de la evaluación indicará cual es el posible virus con el que puede haberse infectado, todo ello fundamentado en la historia médica del paciente, condiciones previas y también los factores que generan la inquietud del posible contagio.

Cuando se determina el tipo de hepatitis y se establece su estado, si se trata de una hepatitis aguda o una hepatitis crónica y se determina en este último caso el nivel de daño del hígado del paciente, entonces se tomaran las decisiones clínicas que permitan superar la condición médica.

En caso de ser diagnosticado con una hepatitis viral tipo A, realizaron un examen de sangre de anticuerpos IgM e IgG específicamente contra el virus de hepatitis A o la prueba de laboratorio PCR, la cual identifica el ARN del virus de hepatitis A.

Como señalamos anteriormente no hay un tratamiento específico para la hepatitis A, generalmente los pacientes superan el virus en varias semanas. Se recomienda guardar reposo, mantener una dieta alta en proteínas y muy baja en grasa, consumir muchos líquidos. En caso de recetar un tratamiento con fármacos en la mayoría de los casos estos van dirigidos a mejorar los síntomas y hacer sentir mejor al paciente y para ello recetan analgésicos y antipiréticos.

Por su parte la hepatitis aguda generada por virus de hepatitis B tampoco se trata, se mantiene un seguimiento da la evolución del paciente, con la finalidad de evitar complicaciones y valorar su posible cronificación.

La hepatitis aguda C, debido que se trata de uno de los virus con mayor rapidez de convertirse en un caso crónico, es tratada con interferón alfa. Las hepatitis crónicas, en la mayoría de los casos desarrollan una cirrosis, por lo que siempre son tratadas bajo supervisión del especialista. La hepatitis crónica C también puede ser tratada con medicamentos antivirales.

Actualmente el tratamiento indicado es la combinación de dos medicamentos, el interferón alfa pegilado y la ribavirina. La hepatitis D, es tratada con interferón alfa. Por último las hepatitis autoinmunes se tratan con corticoides, y, en muchas ocasiones, con otros fármacos inmunosupresores asociados, como ciclosporina, azatioprina, micofenolato o tacrolimus.

Cuando se han desarrollado tumores en el hígado se están aplicando tratamientos de radioembolización con microesferas de Ytrio-90.  Sin embargo, es importante recordar que no debemos automedicarnos, la automedicadicón conlleva un riesgo adicional al de la enfermedad, por lo que se puede agravar el cuadro médico, lo recomendable es en caso de identificar algunos de los síntomas, asistir a su médico.

¿Cuál es la hepatitis más peligrosa?

Todos los tipos de hepatitis son peligrosas, porque desconocemos cómo reaccionará nuestro organismo ante el virus, por lo que es importante la prevención a través de las vacunas que existen para evitar el contagio viral de las hepatitis A, B, y D, así como la recuperación relativamente viable de manera espontánea de la hepatitis tipo E.

Sin embargo, debido a la agresividad, así como de la ausencia de vacunas preventivas para la hepatitis tipo C, se considera una de las enfermedades silenciosas más peligrosa, porque la mayoría de los casos son asintomáticos y se detecta cuando ya es muy tarde. Adicionalmente ataca directamente al hígado, produciendo diversas complicaciones que pueden derivar en un cáncer hepático.

El virus de la hepatitis C es sumamente rápido e invasivo, los datos epidemiológicos conocidos de los pacientes que se contagian con este tipo de hepatitis, indican que más del 75% desarrolla cirrosis o cáncer de hígado. El 80% de los pacientes es asintomático, lo que lo hace uno de los virus más peligrosos de los que producen hepatitis.

Sin embargo, existen avances importantes en cuanto a los tratamientos que han surgido para la hepatitis C en los últimos años, que pueden llegar a erradicarla del organismo, no así al virus de la hepatitis B, que se mantiene, pero se controla. Lo mejor ante todo es la prevención y la continuidad de la investigación para la sanación de los pacientes, con hepatitis.

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